jueves, 1 de abril de 2010

Los primeros días con Amanda no fueron muy novedosos, ni mucho menos como yo los esperaba: pensé que saldría al mundo a disfrutar de su nueva vida como un nadador que cada brazada y media saca la cabeza del agua y aspira el aire porque en eso le va la vida (y la carrera).
Pero no, la primera semana Amanda se dedicó literalmente a comer, dormir y ver la tele. No me atrevo a decir que "descubrió" la tele pero si puedo afirmar que ahora que está viviendo una vida terrenal descubrió el enorme placer de tirarse en el sillón del living durante horas interminables cambiando el canal -Qué es hacer zapping?- me preguntó un día que yo iba saliendo apurada pues iba tarde al trabajo -es justo lo que estás haciendo ahora. Cuando volví la encontré en el mismo lugar, misma pocisión, control en mano cambiando canales.
-Vamos al bar de la esquina a tomar un trago- le dije mientras le quitaba el control remoto y apagaba el aparato -necesitas ver gente tridimensional.
En el ascensor amanda hizo el obligado movimiento con sus deditos y se cambió el pijama por unos jeans, blusa verde y botines bien onderos la verdad. Yo miré mi aspecto en la pared de espejo y puse mi cara de "no hay nada que hacer". Honestamente, mi estado de curiosidad al principio de esta aventura, estaba tornandose seriamente en envidia.
Caminamos un par de pasos y ya estabamos instaladas en la barra cuando José (bartender y amigo) nos preguntó que queríamos, yo como siempre pedí una cerveza y Amanda pidió una coca cola.